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Estoy haciendo la ecuación perfecta

para ver si resuelvo de una vez la incógnita de por qué no estás y.

Si multiplico las cosas que no te dije por las que no me puedes decir,

no puedo dormir tranquila porque no estás.

Resto. 

Las cosas que no te quería decir y las que me decías pero no quería oír.

Divide el vacío que has dejado entre el recuerdo que me queda,

eleva a infinito todo lo que te quiero.

5

Hay personas que te hacen sentir como si no fueras suficiente y lo que de verdad ocurre es que eres demasiado, mucho más de lo que su corazón puede aguantar. Un corazón pequeñito que, al verse intimidado, hace todo lo posible para hacerte creer que el pequeñito eres tú. 

No soy yo

Siempre creí que no me influiría 

hasta que me ví

ahí,

justo ahí,

con todas vuestras opiniones de mierda hasta el cuello.

Lo reconozco, vuestras opiniones al final calaron mi chubasquero de ‘me resbala lo que me digáis’. Sí, ese que me regaló mi madre al nacer. El mismo. Al final se cumplió lo de la gota que cae en la roca hasta romperla y he vivido bastante tiempo pensando en qué dirán, qué pensarán, qué, qué, qué, qué, QUÉ. Tanto que no he hecho, no he dicho, no he ido por si acaso. 

No es que me haya comprado un chubasquero nuevo, es que ya no lo necesito. Y podéis ahorraros la saliva con comentarios del tipo ‘ya no eres como antes’ o el famoso ‘no me esperaba esto de ti’. Algunos vais por ahí repartiendo vuestra opinión a diestro y siniestro como si fuerais guardianes de no-sé-qué. 

¿No tenéis una vida? Pues vividla. Aplicaos el Hakuna Matata, vive y deja vivir,

el no juzguéis y no seréis juzgados,

el amar al prójimo como uno mismo

o lo que os de la gana. 

Que esta que está aquí se va con la música a otra parte, a deshacerme de los miedos y complejos, las cadenas y ataduras y la mierda que habéis dejado por aquí. Vamos, que me voy a ser feliz.

Y no, no soy yo,

sois vosotros que a gilipollas no os gana nadie.

Besis de fresi.

Leo

Leo tenía las palmas de las manos blancas como harina

y el pelo negro, muy negro.

En sus ojos la mezcla de la esperanza con la impaciencia

de quién está sentado en una sala de espera.

Su boca era un arma de doble filo: lo mismo disparaba verdades a bocajarro que curaba las heridas a besos.

Con sus dientes de León ha cumplido más de un deseo,

como si fuera el genio de la lámpara

o el hada madrina de un cuento de brujas.

Era capaz de parar el tráfico o de crear una guerra civil.

El día que se fue caminaba despacio como quien no quiere despedirse,

aunque nadie le dijo que se fuera en mitad de la noche como un criminal que no quiere ser visto.

Me dejó una nota en morse dentro de una botella que lanzó al mar y me la estoy bebiendo desde que escuché el portazo de despedida.